jueves, 29 de agosto de 2013

Psicopedagogía en niñ@s con TDAH

Psicólogo Infantil. TDAH

Los niños con TDAH presentan una serie de necesidades a nivel psicopedagógico que que requieren la ayuda de un Psicólogo Infantil o Psicopedagogo especializado. Cada niño/a tendrá unas necesidades específicas y habrá que adaptar la intervención a estas. Para ello se lleva a cabo una evaluación Psicopedagógica, teniendo en cuenta aspectos cuantitativos (pruebas de evaluación Psicopedagógica realizadas por el Psicólogo Infantil, que valoran sus aptitudes intelectuales, capacidad de atención, concentración y memoria, etc) y cualitativos (observación de la conducta del pequeño/a, información obtenida de padres, madres y educadores/as, etc).

En general algunas intervenciones suelen ser necesarias en la mayoría de los/as niños/as con TDAH, si bien en cada momento y dependiendo del caso habrá que incidir más en unas o en otras. Además, algunas de estas recomendaciones también pueden resultar útiles para otros/as niños/as que aunque no puedan diagnosticarse de TDAH, presenten dificultades similares.

Los/as niños/as con TDAH presentan varios tipos de dificultades a la hora de enfrentarse a sus tareas escolares. En primer lugar, suelen tener problemas para iniciarlas y las van posponiendo hasta que se ven sin tiempo suficiente. En este sentido es importante que el Psicólogo Infantil trabaje con los padres en el establecimiento de unas rutinas adecuadas cuando el/la niño/a llega a casa tras la jornada escolar, priorizando el trabajo académico sobre otras actividades (teniendo en cuenta tiempos de descanso, merienda, actividades de ocio, etc), y siempre acordando con los pequeños las consecuencias de la realización de las tareas dentro de los tiempos establecidos (premiar al niño si comienzan a hacer sus tareas dentro de un margen de tiempo).

También suelen ser frecuentes las dificultades con el control del tiempo invertido en los trabajos académicos. Estos niños suelen presentar problemas para realizar las tareas en un periodo de tiempo razonable en función de su edad, requerimientos académicos y sus capacidades (por ejemplo, emplean toda la tarde para realizar sus tareas escolares, sin quedar nada disponible para actividades de ocio, deportes, etc). En este sentido también es necesario seguir unas pautas recomendadas por un Psicólogo Infantil consistentes en llevar a cabo controles de tiempo para cada actividad y premiar la finalización de las mismas dentro de los márgenes acordados.

Otro problema que aparece con frecuencia es la dificultad para permanecer sentados durante la realización de las tareas escolares. El Psicólogo Infantil puede proponer a los padres otro objetivo, lograr que el niño permanezca sentado durante periodos de tiempo progresivamente mayores. Para ello también se emplearán premios establecidos de acuerdo con el niño. Los tiempos exigidos comenzarán según una línea de base observada previamente (el tiempo inicial que el niño es capaz de permanecer sentado antes de la intervención), por lo que no se debe pedir lo mismo a todos los niños; como el resto de la intervención en general, deberá adaptarse a cada caso particular.

También hay que considerar las frecuentes distracciones que suelen darse en estos niños, tanto por parte de los estímulos externos como por sus propios pensamientos. Para ello hay que eliminar del ambiente de estudio todo aquéllo que les pueda distraer, y si fuera necesario emplear técnicas de mejora de la concentración.

Un aspecto que es necesario trabajar con bastante frecuencia es el orden. No es extraño que el material escolar y el ambiente de estudio permanezcan constantemente desordenados. Para ello, antes de comenzar las tareas académicas, habrá que pedir al niño/a que ponga en orden su escritorio, mochila, estuche, etc. En un primer momento el adulto observará a este mientras ordena, guiando la conducta, para ir progresivamente dejando que lo haga él/ella solo/a.

Los/as niños y niñas con TDAH además suelen presentar problemas en la organización y planificación. Para ello resulta útil el empleo de agendas, las cuales habrá que revisar a diario con ayuda del maestro/a del colegio. La correcta utilización de la agenda será también una conducta a premiar.

Por último, será necesario trabajar con el alumno/a en la realización de actividades para la mejora de la atención, memoria y concentración, así como en técnicas de estudio. Este tipo de actividad puede incluirse dentro de las tareas escolares en la medida de lo posible, de cara a evitar una sobrecarga de trabajo para los/as pequeños/as.

Para llevar a cabo todo este trabajo es necesario establecer de forma previa unos objetivos claros con el/la niño/a y los premios que se van a emplear para alcanzarlos. Aquí será fundamental la colaboración de los padres y personas encargadas de la educación de los pequeños con el Psicólogo Infantil. Las ayudas que se emplean (premios) para lograr los objetivos se establecen al comienzo de la intervención, aunque más adelante se irán desvaneciendo de manera progresiva. Es recomendable trabajar con pequeños objetivos muy concretos en cada ocasión e ir modificándolos según se vayan alcanzando, ya que suele ser más eficaz trabajarlos de uno en uno que pretender alcanzar muchos al mismo tiempo. Esto resultaría en lo que sucede habitualmente con estos/as niños/as, se les pide que cambien muchas conductas a la vez, resultando poco eficaz.



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martes, 11 de septiembre de 2012

Cómo prevenir el miedo a la oscuridad

Algunas pautas generales pueden ser útiles para evitar que los/as niños/as desarrollen miedo a la oscuridad:

- Hay que establecer unas rutinas a la hora de irse a dormir: juegos tranquilos en la hora anterior al momento de irse a la cama, evitar comidas pesadas y/o cercanas a la hora de dormir, rutinas de baño, lavarse los dientes, sentarse en el retrete y ponerse el pijama, acompañar unos minutos al niño antes de dormir para  proporcionarle sensación de seguridad, leerle un cuento o compartir alguna actividad tranquila y después marcharse.
- La habitación donde duerme el pequeño/a debe ser agradable para hacer incompatibles este tipo de emociones con el miedo.
- Para facilitar el sueño tranquilo no debe haber ruidos excesivos en torno a la hora de irse a la cama. El niño debe asociar la hora de dormir con un momento de tranquilidad y seguridad.
- La iluminación debe ser tenue para facilitar el paso de la vigilia al sueño. En caso de negativa por parte del niño se debe disminuir gradualmente la iluminación para lograr que se adapte progresivamente a la oscuridad.
- En cuanto a la temperatura, no debe ser ni demasiado elevada ni demasiado baja. Ambos extremos dificultan el sueño.
- Si el niño se despierta por la noche con pesadillas, acudir a tranquilizarle tratando de hacer que acabe por dormirse solo. El niño debe lograr autonomía en la rutina de dormir.
- Evitar el empleo del miedo como estrategia para que los/as niños/as obedezcan. Las amenazas de seres imaginarios pueden suponer un problema para él en los momentos que tenga que enfrentarse solo a sus miedos.
- Dedicar tiempo a juegos de acercamiento a la oscuridad: el escondite, la gallinita ciega, sombras en la oscuridad, etc. Esto facilitará que se enfrente a ella con sentimientos agradables que impiden la aparición del miedo.
- Realizar actividades que impliquen enfrentarse a la oscuridad: ir al cine, pedir al niño que entre en una habitación a oscuras, etc. De esta manera naturalizamos estas situaciones y evitamos que el niño imagine la presencia de peligros irreales.
- Evitar la transmisión de información sobre monstruos y peligros variados en lugares oscuros de la casa.
- Tratar con naturalidad los ambientes oscuros: cuando se va la luz, cuando hay tormenta, etc. Muchos de los miedos de los niños se transmiten en las reacciones de los adultos.



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lunes, 10 de septiembre de 2012

Pautas para superar el miedo a la oscuridad

Pautas para superar el miedo a la oscuridad- El psicólogo infantil debe elaborar junto con el niño/a una jerarquía de miedos donde se gradúe la intensidad del malestar que provoca cada situación al niño. Emplear miedómetros.
- Se debe utilizar la imaginación cuando el niño no quiere aproximarse a las situaciones de oscuridad que le dan miedo, creando relatos con personajes conocidos y situaciones tranquilizadoras (una playa, un campo de trigo, etc).
- Cuando los niños son muy pequeños el psicólogo infantil puede utilizar escenificaciones de las situaciones de afrontamiento, con disfraces de sus personajes favoritos.
- También se pueden utilizar vídeos, fotografías, y material audiovisual que facilite la credibilidad y aumente la viveza del relato o la escenificación.
- Cuando sea posible utilizar modelos que sienten el mismo miedo a la oscuridad que el niño y ver cómo lo afrontan. Pueden ser hermanos o amigos y emplearse grabaciones en vídeo de otros niños o personajes que superan el miedo a la oscuridad.
- El psicólogo infantil deberá dar información al pequeño sobre la ausencia de peligro al permanecer en un lugar oscuro (¡siempre que sea cierto!).
- También debe dar instrucciones al niño sobre cómo debe actuar cuando se encuentra a oscuras: caminar despacio, con las manos extendidas para poder tocar los objetos cercanos y no tropezarse, etc.
- Repetir frases que motiven al niño a la hora de acercarse a la oscuridad como "eres un valiente", "puedes hacerlo", etc.
- Preparar al niño/a antes de acercarse a la escena oscura empleando la relajación infantil cuando se encuentre muy nervioso. Será necesario entrenarle previamente para que pueda relajarse cuando lo necesite.
- Para dar mayor tranquilidad al niño el psicólogo infantil puede utilizar elementos de seguridad como proporcionarle una pequeña linterna que lleve consigo en la situación de oscuridad, o una luz tenue que permanezca encendida.
- Inventar juegos que resulten atractivos a los pequeños para facilitar que se acerquen a la situación de oscuridad. Por ejemplo, el escondite de los valientes, donde los/as niños/as reciben premios (elogio verbal, cromos...) por encontrar sitios oscuros.
- Tratar de generar en el niño/a emociones diferentes al miedo e incompatibles con este como pueden ser la alegría o el enfado, o la sensación de seguridad de estar con personas que le protegen. Algunas veces también se emplea la comida para provocar reacciones contrarias al miedo.
- El psicólogo infantil puede enseñar al niño mediante un entrenamiento a decirse a sí mismo mensajes positivos (autoinstrucciones de afrontamiento) como "soy un valiente", "yo puedo hacerlo" o incluso "la oscuridad es un lugar divertido". Estos mensajes serán diferentes en función del momento de exposición: preparándose para acercarse deberá decirse a sí mismo mensajes como "ya sé cómo relajarme"; cuando se encuentra en la escena que le da miedo puede decir "este lugar oscuro no es peligroso, muchos niños se van a dormir a oscuras y no les pasa nada"; después de afrontar la situación puede decirse a sí mismo mensajes de ánimo como "¡he podido hacerlo yo solo!" o "no era para tanto", "tengo que contárselo a mamá".
- Una vez hemos logrado que el pequeño se acerque a la situación de oscuridad y supere su miedo, el psicólogo infantil puede proponerle un sobreaprendizaje mediante juegos. Por ejemplo, le pedimos que permanezca en una habitación oscura durante un tiempo determinado. Mientras se encuentra dentro, le damos mensajes de ánimo del tipo "llevas ya 5 minutos", "sólo tienes que continuar un poco más". Cuando decide finalizar, tanto por sí mismo como si ha transcurrido el tiempo acordado, se le felicita enérgicamente "¡eres un campeón!" e incluso se le dan premios acordados previamente como cromos, chucherías, etc. También se pueden utilizar puntos intercambiables por premios (golosinas, pegatinas, etc).

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Miedo a la oscuridad. Tratamiento psicológico

Cualquier tratamiento psicológico infantil comienza con una evaluación detallada del problema del pequeño. En el caso miedo a la oscuridad necesitamos saber las características concretas que rodean a la situación temida por el niño o la niña. En ocasiones puede ocurrir que el pequeño oculte su miedo para parecer valiente delante de otras personas. En otros casos puede ser al contrario, los niños mantienen que sienten miedo delante de sus padres para obtener algún beneficio, por ejemplo recibir atención (los padres están más pendientes o son más cariñosos con él porque tiene miedo, se quedan junto a él antes de ir a la cama...) u obtener privilegios (a Carlos le dejan irse a dormir más tarde porque tiene miedo a la oscuridad).

Miedómetro. Evaluar la intensidad del miedo infantil Quitando estos casos, el siguiente paso es conocer en detalle la situación temida por el niño o la niña así como su reacción y la del entorno ante ella. El psicólogo infantil utilizará la entrevista con el niño, con los padres, los autorregistros (fundamentalmente los "miedómetros"; estos sirven para registrar la intensidad del miedo del niño/a, pueden elaborarse con imágenes sencillas que el pequeño/a identifica con distintos grados de malestar y se utilizará para valorar cuánto miedo le genera cada situación) y la observación (acudir al colegio y observar la conducta del niño/a, hacer pruebas en la consulta con las luces apagadas para ver cómo reacciona) como herramientas básicas para conocer cuáles son las reacciones del niño/a ante la oscuridad (llora, grita, sale corriendo, pide ayuda, etc), y las condiciones que rodean a ésta (qué pasa si está acompañado, si está en la calle o en casa, si hay ruidos, si hay variaciones durante el curso académico o en vacaciones, qué sucede si se encuentra en una casa desconocida, etc), así como la conducta de las personas que se encuentran junto a él (le consuelan, le sacan de la situación, le ignoran, etc).

Una vez obtenida toda esta información, el psicólogo infantil elabora un plan de tratamiento que tendrá variaciones en función de las características del miedo del niño/a, y se irá revisando según los objetivos que se vayan alcanzando. El objetivo del tratamiento es que el/la niño/a se acerque a la situación que le causa miedo y pueda comprobar que no ocurre nada malo.

Jerarquía de miedo a la oscuridadEl tratamiento psicológico implica en primer lugar elaborar una jerarquía de las situaciones que teme el pequeño/a, que es una lista de pasitos de aproximación a ella en función del grado de malestar que le provocan. Aquí se empleará la información del miedómetro, de manera que cada situación irá asociada a una carita señalada previamente por el niño; esta nos dirá el grado de malestar que siente cuando se encuentra en ella. Pueden construirse jerarquías temáticas graduadas, por ejemplo, una jerarquía sobre la situación "ir al cine" (esta incluye varias escenas y cada una de ellas lleva asociada una carita del miedómetro señalada por el niño/a). El psicólogo infantil debe lograr que el niño vaya exponiéndose poco a poco a cada una de las escenas incluidas en ella. Es necesario repetir la exposición a cada escena varias veces, hasta que el pequeño reduzca su miedo. Puede practicarse en casa con ayuda de los padres y otros adultos o en el colegio con el apoyo de los profesores.

El psicólogo infantil también puede emplear la imaginación de forma complementaria, o como alternativa en aquellos casos en los que el niño/a se niegue a acercarse progresivamente a la situación de oscuridad. Pueden relatarse cuentos en los que un personaje conocido siente el mismo miedo que él y se va acercando poco a poco hasta superarlo. Para aumentar la viveza y la credibilidad se puede complementar con fotografías de sitios oscuros, vídeos donde pueda observar cómo actúan otros niños/as, etc.

Otra técnica muy útil para ayudar superar los miedos infantiles consiste en crear relatos emocionantes para los/as niños/as, donde se van introduciendo de manera gradual las escenas de la jerarquía del miedo. De esta forma el psicólogo infantil trata de contrarrestar la emoción de miedo con otra emoción positiva generada en el relato (Lazarus y Abramovitz, 1962). Cuando los niños son muy pequeños pueden incluso escenificarse los relatos para hacerlos aún más reales para ellos. De esta manera se pueden utilizar disfraces de sus personajes favoritos (Superman, Spiderman, etc) para generar emociones positivas de valentía que se opongan al miedo.

Ver pautas generales para ayudar al niño a superar el miedo a la oscuridad.


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Carlos, un niño con miedo a la oscuridad

"Carlos tiene cinco años y acude con sus padres a la consulta del psicólogo infantil debido a su miedo a la oscuridad. Sus padres cuentan que el niño siempre ha sido muy miedoso. Desde muy pequeño tenían que acompañarle a la cama todas las noches y dejar la luz encendida para que se durmiera. Alguna vez intentaron hacerlo con la luz apagada pero el niño se ponía tan nervioso que los padres preferían ceder ante sus peticiones. Comenzaba a llorar y a gritar con tal intensidad que su cara se enrojecía de furia. Hasta que no encendían la luz aquella reacción no cesaba. 

Si el niño se despertaba por la noche y veía que las luces estaban apagadas su reacción era similar. En alguna ocasión le han intentado quitar importancia, acudiendo a calmar al niño y diciéndole que no pasaba nada y que se quedarían con él hasta que se durmiera. Pero esto lejos de tranquilizarlo hacía que su rabieta se intensificara más, por lo que han decidido dejar la luz encendida.

Carlos, un niño con miedo a la oscuridadCarlos es un niño bastante dócil, según afirman sus padres, sin embargo estos reconocen que alguna vez cuando el niño desobedece o se pone caprichoso, ellos le recuerdan que si no se porta bien vendrá el monstruo de la oscuridad.

Jaime, hermano mayor de Carlos, con sus ocho añitos es consciente del miedo de este y cuando están jugando y quiere conseguir algo de él, amenaza con apagar las luces para que vengan los monstruos. Ante esta situación Carlos se pone en tensión y llora, cediendo ante las peticiones de su hermano. A Jaime todo esto le resulta muy divertido, y últimamente juega a encerrarlo en el baño con las luces apagadas. En este momento y ante los gritos de Carlos, acude su madre a rescatarlo de la oscuridad, lo que alivia a este de sus miedos.

El padre de Carlos reconoce que él de niño también tenía miedo a dormir a oscuras y en alguna ocasión se lo ha comentado a su hijo, con la idea de que este viera que su padre también era miedoso de pequeño y quizá esto le tranquilizara.

El último episodio ocurrió cuando acudieron al cine a ver una película de unos dibujos que a Carlos le resultaban muy interesantes. Sus padres cayeron en la cuenta de la oscuridad de la sala, aunque pensaron que al tratarse de una actividad muy divertida para su hijo, este olvidaría sus temores. Además, se les ocurrió que quizá sería una buena oportunidad para que Carlos dejara de sentir miedo y empezara a madurar. Cuando entraron en la sala las luces estaban encendidas y no hubo ningún problema. Todo empezó a torcerse en el momento en que se apagaron. Carlos empezó a gritar y a llorar desconsolado diciendo que tenía miedo y quería salir de allí. Su madre intentó tranquilizarlo distrayéndole y recordándole sus personajes favoritos, pero él parecía no escuchar. Finalmente tuvo que salir de la sala con el niño, que no se calmó hasta que no llegaron a una zona iluminada. Se marcharon a casa sin ver la película.

Los padres están cada vez más preocupados porque ven que su hijo empieza a tener problemas por este miedo, que al principio parecía poco importante. Antes pensaban que sería algo de la edad y que acabaría por desaparecer. Sin embargo, lejos de esto, parece que el problema está empeorando y cada vez limita más las actividades que puede hacer su hijo. Una amiga de la familia les ha comentado que deberían acudir a un psicólogo infantil a consultar. Se preguntan si les pueden dar algunas pautas sobre cómo actuar para ayudar a su hijo o si hay algún tratamiento psicológico para niños con miedo a la oscuridad".

Ver tratamiento



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viernes, 7 de septiembre de 2012

Miedos en la infancia

Terapia psicológica infantil para los miedos infantilesLos niños experimentan miedos diversos a lo largo de su desarrollo evolutivo. La mayoría de ellos son pasajeros y tienen a desaparecer con el tiempo. El miedo es una fuente más de experiencias para el niño y tiene en estos casos una función adaptativa: protegerle de peligros reales. 

A los pocos meses del nacimiento los niños empiezan a identificar figuras familiares. Esto hace que aprendan a diferenciar lo conocido de lo que no lo es, y comienzan a sentir miedo por los extraños. Además, los niños también reciben influencia externa acerca de aquéllo a lo que deben temer, muchas veces con intención de protegerles y otras menos acertadas como estrategia educativa. Un ejemplo del primer caso sería cuando el adulto impide que el bebé se acerque a un enchufe. Se trata de una conducta de protección. El segundo caso ocurre cuando empleamos el miedo como recurso para hacer que los niños obedezcan ("si no te vas a la cama pronto va a venir el monstruo"). Las consecuencias negativas de este tipo de actuaciones son mayores de lo que podemos imaginar en un principio, ya que podemos estar generando fobias a múltiples situaciones y educar a los pequeños en el miedo y la alerta constante. Por tanto, emplear el miedo como estrategia educativa está totalmente desaconsejado.
De este modo el miedo tiene una funcionalidad siempre que cumpla unas condiciones: que sirva para proteger al niño y no sea excesivo o desadaptativo. Un miedo es excesivo cuando lleva al niño a asustarse ante objetos, personas o situaciones que no entrañan un peligro real. Por ejemplo, cuando no es capaz de permanecer a oscuras al irse a dormir, o no puede separarse de sus figuras de apego, etc. Decimos que el miedo es desadaptativo si la intensidad o la duración es tan amplia que impide o dificulta el desarollo normal del niño. Por ejemplo, el niño puede sentir cierta angustia cuando comienza a acudir a la escuela. Si este malestar permanece en el tiempo puede llegar a bloquearle de manera que no quiera ir o lo haga sufriendo una gran variedad de síntomas (dolores de cabeza, sudores, molestias en el estómago, etc).
Por tanto, debemos estar atentos a las características de estos miedos infantiles para saber si es necesario pedir ayuda a un psicólogo infantil. A cada edad es característico que aparezca una fuente de miedo más frecuente, formando parte del desarrollo evolutivo normal del niño y que se relaciona con el contenido de su experiencia habitual. Por ejemplo, durante los dos primeros años de vida los niños suelen temer a los ruidos intensos, a los extraños, a la oscuridad. Hasta los 5 años sienten más temor por el daño físico, manteniéndose el miedo a los extraños. En los primeros años de escolarización comienza el miedo a los seres imaginarios y a la propia escuela. En la adolescencia los temores más característicos son aquéllos referentes a las relaciones sociales y al aspecto físico (Méndez, 2010).
En función de las características mencionadas anteriormente podremos hacernos una idea de si el miedo que experimenta el niño es apropiado para su edad, si es excesivo o si le impide llevar una vida normal y desarrollarse adecuadamente. Consultar a un psicólogo infantil puede ayudar a detectar tempranamente el inicio de un problema relacionado con el miedo y seguir unas pautas que eviten su cronificación. Estas pautas deberán adaptarse a las dificultades de cada caso en particular y a las necesidades del niño. Los padres tienen un papel muy relevante a la hora de ayudar al niño a superar sus temores, y trabajarán de manera conjunta con el psicólogo infantil.



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miércoles, 5 de septiembre de 2012

TDAH. Cómo manejar la impulsividad

La impulsividad es un síntoma que aparece con frecuencia en niñas y niños con déficit de atención e hiperactividad (DSM-IV TR, 2000), aunque pueden aparecer conductas de este tipo en otros niños. Cuando una niña o un niño tiene este problema le cuesta esperar turno, habla interrumpiendo a los demás, es incapaz o tiene dificultades para esperar un premio demorado en el tiempo, etc. En definitiva, se trata de un problema para esperar, para regular la conducta en función de objetivos a medio o largo plazo, buscando siempre el premio o el resultado inmediato.

Terapia psicológica infantil. Déficit de atención e hiperactividad. Cómo manejar la impulsividad.Esta habilidad para el autocontrol puede mejorarse gracias a un entrenamiento adecuado con la ayuda de un psicólogo infantil. Muchos niños no son capaces de regular su comportamiento porque han aprendido que los resultados se pueden obtener siempre de manera inmediata. El entrenamiento consiste en ir aumentando los tiempos de espera de forma progresiva, siempre desde una perspectiva positiva y premiando los logros alcanzados. Pongamos el ejemplo de un niño que inicialmente espera aproximadamente un minuto para hablar o hacer una pregunta en el aula, interrumpiendo al adulto o a otro/a compañero/a. Si el pequeño consigue hablar transcurridos dos minutos, se premiará que lo haga porque ha aumentado el tiempo de espera. De forma sucesiva se irá aumentando el tiempo requerido para conseguir el premio (este puede consistir en un elogio verbal delante de sus compañeros, una tarjeta con una imagen de un premio que utilice el profesor, un punto acumulable para intercambiar por premios acordados, etc). También podemos establecer un premio adicional cada vez que la intervención del niño se dé en un momento de silencio del discurso, es decir, sin interrumpir al que habla.

Terapia psicológica infantil. Déficit de atención e hiperactividad. Señales para manejar la impulsividadPara facilitar este proceso de espera, se le puede proporcionar un papel donde escriba lo que quiere decir en voz alta o para dibujar o garabatear hasta que se le pueda atender. También puede conseguirse la atención esperando en una fila o dándole una nota al profesor, que este leerá cuando tenga ocasión (aumentando el tiempo de espera). Es útil emplear recordatorios visuales como por ejemplo un niño con gesto de silencio sobre la mesa del aula o en la pared, o una tarjeta que utiliza el profesor cuando el niño interrumpe. Si el niño ya ha interrumpido se puede hacer una señal para que sea consciente de que acaba de actuar de forma impulsiva. En este caso no se premiará su conducta, pero tampoco se castigará, simplemente dejará de recibir atención. El objetivo final es premiar el tiempo transcurrido hasta su intervención y la ausencia de interrupción del discurso de otros.

También se pueden hacer un entrenamiento en espera con otro tipo de conductas, guiado por un psicólogo infantil. Por ejemplo, se propone al niño realizar una tarea que suponga un esfuerzo (estar sentado cerca de unos juguetes sin poder acercarse a ellos, permanecer de pie o sentado mirando a un punto  fijo) durante un tiempo establecido, y se le da un premio tras lograr terminarla. El esfuerzo y tiempo dedicado a la tarea se va aumentando progresivamente para favorecer la capacidad de espera en el niño y su habituación a la situación. Se trata de entrenar la resistencia al aburrimiento y a la frustración, aumentando el autocontrol y la capacidad de espera del premio.

Una alternativa consiste en emplear simplemente el tiempo como forma de entrenamiento, de forma que el niño será consciente de que transcurrido cierto tiempo recibirá un premio, se le permitirá hablar o jugar, etc. Para este tipo de entrenamiento es necesario que el niño tenga conciencia del tiempo transcurrido.



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